EL PRINCIPADO DE UN
TABLÓN
Cuenta una historia que hace muchos años en la
ciudad de Chepinna vivían en un castillo
el rey Alberto y la reina Inés. Ellos, tenían un hijo de joven parecer, piel tersa,
ojos como el sol, cabellos de oro y
talentos indescriptibles. Pero este principito tenía un gran problema, en medio
de sus riquezas no podía encontrar su naturaleza, lo que lo convertía en un
joven poco afectivo, de escasas palabras y mucha soledad. Por ello, en toda la cuidad era conocido como el príncipe tablón, el que a
nadie le sonríe, pero tiene gran corazón.
En un atardecer mientras el rey y la reina
ejecutaban sus labores dentro del castillo, en una alcoba se encontraba el príncipe
sin nada que hacer, nada que decir y
nada por producir. En medio de sus lágrimas se escuchó un fuerte
estrujar en los ventanales, obligándolo
a atender curiosamente dicho suceso, al aproximarse y mirar de donde provenía
dicho sonido, observó de manera dificultosa, en el borde de un cristal se
hallaba una diminuta abeja que con voz brillante y rechinante le gritó jocosamente: -
¡sal de este lugar príncipe caprichoso,
que nadie disfruta de un reinado sin tener un buen principado! - El príncipe
admirado ante el acontecimiento sonrió y toscamente encerró a la abejita dentro
del cristal, salió rápidamente del recinto y caminó hacia las afueras de la
aldea.
Mientras el príncipe deambulaba sin rumbo fijo, llegó
hasta el lugar en el que un desvío dirige el paso hacia la cuidad, de pronto encontró a una humilde, pero muy
sabia joven, que sin apuros se le acercó
y le empezó a platicar.
¡Hola! exclama la joven; - jummm- responde el
príncipe. Ella anima la conversación y le dice: - me da gusto verte por acá - ¿quién
eres?..Soy el dueño de todo lo que ves, del suelo que pisas,
del aire que respiras y de los sueños que has cumplido hasta ahora, exclama el
presumido; la joven muchacha sin importar tan desagradable comentario, decide seguir caminando junto al príncipe y en
medio de chistes y gracias ablanda su hablar, haciéndolo duradero hasta el
anochecer.
Después del primer encuentro, el príncipe y la
joven acordaron una nueva cita, y fue así como sus conversaciones se hicieron
cada vez más extensas. El príncipe decidió
confiarle el problema que lo abatía desde hace mucho tiempo, manifestándole que él no conocía su verdadera identidad y que
necesita descubrirla para poder ser feliz.
Entre charla y llantos decidieron confrontar el acontecimiento y de
forma audaz, ella propuso organizar un festival donde alguien se atreviese a representar
al príncipe, a cambio de 100 monedas de
oro. El evento se oficializó, los reyes respaldaron el convite. Las tarjetas fueron
distribuidas por toda la población, los preparativos se llevaron a cabo: comida,
globos, niños, dulces, jóvenes, familias, barrios,
comunas se prepararon para el gran
torneo donde el ganador sería elegido por el príncipe tablón.
El primer acto fue una familia vestida de
toreros, con sus vestidos llenos de sangre, con armas para luchar contra el
fuerte animal, encarnando al príncipe como un hombre luchador y desafiante. En
siguiente lugar, un grupo de amigos
vestidos de peces representaron al príncipe como el rey de los siete mares, gobernando todo el océano. La tercera
actuación correspondía a unas ancianas vestidas de trigo, simbolizando al
príncipe como el diseño perfecto para adquirir bienes y riquezas.
El soberano sin interés por mirar nada de su
comodidad, decidió entrar a otro de los cubículos, en él observó que dentro habían dos ovejas en medio
de un pajar, con la incógnita del
significado de tanta simpleza, le preguntó al dueño la interpretación de
su presentación, el expositor argumentó: - tu naciste para ser pastoreado, el
suelo que pisas representa la nación que se deja bajo tu responsabilidad, la
lana que lleva el animal es el manto que te protege de todo mal, la otra oveja
significa que siempre necesitarás de alguien para poder decidir y el espacio en
el que estas, representa que en la sencillez de las cosas está el valor del
corazón; eres un hombre humilde y bueno ,por ello estás destinado a ser el
mejor rey para una nación, libre de aflicciones , tristezas y complejos que
desempeña una incomparable labor y obra con buena intención.